Mi Bisabuela
Josse Campos
Como veras son exactamente las 2:10 de la madrugada te preguntaras por que estoy despierto o a lo mejor ni siquiera te pase por la cabeza preguntarte algo como eso, debido a que actualmente los jóvenes como yo vivimos despiertos 24 a 7 pegados frente al computador, tablet o teléfono. La cuestión aquí es que no podía dormir debido a que hace como tres horas recordé algunos acontecimientos interesantes vividos con mi bisabuela que me llegaron al corazón de tal manera que me fue imposible dormir, así que para matar estas ganas inmensas de recordarla escribiré un pequeño relato que a lo mejor me libere del insomnio:
Mi bisabuela era una mujer fuerte, de esas que ya casi no existen, luchadora, risueña, aveces gruñona pero a fin de cuenta amante de sus nietos, sobrinos y bisnietos, casi todas las tardes solía sentarse en el corredor de su casa a mirar la televisión bajo una mata gigante de pumalacas que varias veces al año creaba una alfombra de flores rosadas que arropaba todo el patio trasero, a su lado aprendí a confíar en mis emociones, aprendí a crear magnificas recetas de amor y a pelear con el televisor cuando la protagonista de una novela no hacia lo que debía, con ella entendí la diferencia entre querer y amar y aunque en muchas ocasiones se quejaba de que le dijera abuela nos reíamos siempre juntos en la soledad de aquel patio repleto de flores, arena y ese olor dulce que ella siempre emanaba.
Nunca podré olvidar nuestras conversaciones sobre comida, y las múltiples veces en las que ambos llenos de carbón preparamos muchas recetas en aquel viejo fogón que aún se puede ver desde lejos, si de salidas hablamos podría explicar que mi lado aventurero se lo debo a ella. En múltiples ocasiones confuso y algo aturdido me vi en la obligación de escalar grandes alturas para bajar frutos de arboles o armar pequeñas campañas y mejor ni siquiera olvido cuando en pleno rio orinoco montados en una lanchita me hizo saltar para salvarle un carrete de nailon para pescar.
También recuerdo un diciembre divertido en el que me mando con una de mis primas a vender hallacas por todo el centro de la ciudad ¡aunque si de vender se trata mejor paro de contar!.
Siempre ame sus remedios caseros y su enorme conocimiento en plantas o las historias fantásticas que compartió conmigo las múltiples veces que bajo la luz de un mechuso armado con gasolina, un frasco de vidrio y un pedazo de tela, pasamos la noche en vela por que yo le tenia miedo al (Chivato) Esa era mi Bisabuela una mujer que me alimento de sueños, que me enseño a creer y que de seguro debe estar sonriendo pensando en las locuras que juntos pudimos hacer.
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